EN LA ESCUELA.

Durante mi toda mi etapa educativa en el colegio, en el instituto y después en la Universidad, han formado parte de mi educación muchos profesores/as que me han ido aportando saberes y experiencias, algunos de los cuales han ido cambiando mi percepción del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Hasta los diecisiete años viví de forma permanente en Alcázar de San Juan [Ciudad Real] y posteriormente he seguido viviendo allí de forma más o menos continua. Pero sin duda alguna puedo afirmar que es mi origen y mi punto de referencia también educativamente hasta la mayoría de edad pues toda mi etapa formativa inicial trascurrió allí.

De esta primera etapa, y si me ha influido educarme allí de forma diferente a la que lo hubiera hecho recibir formación en una gran ciudad o en un pequeño pueblo [Alcázar cuenta con una población de 30.000 habitantes en la actualidad], no puedo aseverar nada, pero yo intuyo que sí. ¿Por qué? No tanto por la calidad del profesorado sino por las relaciones interpersonales y lo que constituye el currículum oculto en lo referente a la relación con la sociedad.

El tamaño de la localidad permitía un conocimiento y unas relaciones más estrechas entre todo el entramado educativo [profesores, padres y alumnos] que en una gran ciudad, pero al mismo tiempo no tanto como para resultar absorbentes encontrarte a los compañeros o profesores cada vez que doblaras la esquina.

Además el colegio era pequeño, con relación a otros de la localidad, ya que sólo contaba con una clase por curso, lo que permitía una cercanía y familiaridad con tus compañeros de clase, sin rivalidades entre grupos.

Mi maestra de infantil, aunque es bastante difícil para mí recordar sus clases debido a mi edad, sí que recuerdo la experiencia como algo positivo, era una persona afable, y por lo que he podido deducir después, ya que también ha sido profesora de algún miembro más joven de mi familia, buena profesora, dentro del nivel que esta etapa educativa requiere.

Sobre mi profesora en la primera etapa de primaria [1º, 2º, 3º, 4º, 5º de E.G.B.], puedo afirmar sin lugar a dudas que fue “mi profesora”, seguramente porque me acompaño durante todos estos años en los que vas configurando tu personalidad, por el recuerdo especial de tantas horas juntos, y además porque recuerdo el esfuerzo que hacía con aquellos que no querían o les costaba más aprender [que aunque quede mal decirlo no era mi caso], pero sobre todo porque me inculcó un interés por la cultura y las artes plásticas que era el mismo que ella profesaba.
Además, mi aprendizaje con ella era muy fluido y recuerdo en mí que aparte de que no me costase llegar al nivel educativo de esta etapa, un interés cono saber y conocer que lo hacía todo más fácil.

En la segunda etapa de primaria [6ª, 7ª y 8ª de E.G.B.], ya se produjo educativamente un cambio transcendental, pasé de tener una única profesora a contar con diferentes profesores/as dependiendo de las asignaturas. Dentro del elenco de profesores lógicamente había expertos, novatos, heterogeneidades y métodos de enseñanza diferentes, lo que hacía que el interés no dependiera sólo del contenido de las asignaturas sino también de la metodología de cada profesor/a y de él/ella mismo/a.

Sobre mi etapa en el Instituto, dónde cursé B.U.P. [Bachillerato Universal Polivalente] y C.O.U. [Curso de Orientación Universitaria], recuerdo especialmente a dos profesores por diferentes motivos y de dispares características.
Uno de ellos era el profesor de inglés de 3º de B.U.P., un profesor joven, interino, que sólo estuvo en ese instituto ese año. Sus clases eran divertidas e interesantes, sabía explicar y transmitirnos los conocimientos del idioma de una forma amena y sobre todo práctica, que además permitía que retuvieras más información y conocimiento que con otros métodos.
La otra fue una profesora de Historia e Historia del Arte, una profesora con mucha experiencia educativa, y que transmitía mucho conocimiento. Se notaba que le encantaban sus asignaturas y que las dominaba perfectamente, y ese interés que ella sentía era capaz de transmitírtelo y de hacer que una asignatura como la Historia que en ocasiones resulta tediosa por la multitud de fechas y nombres, te resultase interesante y te resultara atractiva.

Como consecuencia de mi experiencia con estos dos profesores, cabría afirmar que saber explicar y despertar es una habilidad [que siempre se puede aprender a potenciar], pero que el gran reto consiste en adaptarse a la clase, a los oyentes, porque si no hay una adecuación a su nivel y a sus intereses será difícil captar su atención y “engancharles” con un tema o una materia.

Para finalizar estos catorce primeros años en mi educación [Infantil, E.G.B., B.U.P. y C.O.U.], me gustaría afirmar que en este proceso mi perfil como alumna cambio sustancialmente, del interés por aprender y adquirir conocimientos en la Educación Primaria, pasé a una época en el Instituto en la que pese a que seguía sin costarme comparativamente con el esfuerzo dedicado aprobar las asignaturas, al ser los requerimientos exigidos mayores mis notas bajaron hasta tener en muchas asignaturas un bien e incluso suficiente. Esto yo lo achaco esencialmente a un descenso del interés por los conocimientos que me transmitían los profesores, en algunos caso de forma alarmante, por lo que me limitada a asistir a clase, pero no puedo afirmar que las mismas me fueran provechosas, dado que en ocasiones la atención que prestaba era nula. Me limitaba a realizar los exámenes, sin que los conocimientos de las asignaturas dejaran un poso evidente en mí.

Posteriormente, la Universidad supuso una experiencia educativa pero también vivencial. Suponía no sólo continuar los estudios y empezar a tomar decisiones de forma autónoma y que influirían de forma claramente en mi vida y mis aspiraciones profesionales; significaba un cambio de residencia, de entorno social y personal.
Durante esta etapa además pase por varias ciudades al iniciar la Licenciatura de Publicidad y Relaciones Públicas en Segovia y posteriormente solicitar un traslado a Madrid para finalizar allí los dos últimos años; esta experiencia y las circunstancias adicionales me permitieron desarrollarme como persona e ir afianzando mi personalidad y mi forma de relacionarme con los demás. Además la posibilidad de contar con profesores y profesionales [en muchos casos compatibilizaban docencia con la actividad empresarial y las colaboraciones en el ámbito de la comunicación, la publicidad o las relaciones públicas], me resultó muy enriquecedora por los conocimientos que me transmitieron y una visión más práctica ligada a la realidad laboral.

Los años en Madrid también compaginé los estudios en la Licenciatura con un Grado Superior en Asesoría de Imagen, por lo que puede experimentar simultáneamente las diferencias entre estos dos grados educativos. De la libertad de la Universidad, donde cada persona es autónoma y eres tú el que decides sobre tu asistencia y el grado de implicación en los estudios; a la formación profesional donde es obligatorio asistir y el sistema es mucho más controlador de las tareas que realizas tanto dentro como fuera del aula.

                                   

Es difícil estimar como mi trayectoria educativa me ha influido no sólo en la configuración de lo que sé, sino también de lo que soy.

Elucubrar sobre cómo hubiera sido si no hubiera ido a ese colegio o instituto, sobre qué hubiera supuesto tener otros compañeros o si no hubiera decido ir a la Universidad o simplemente me hubiera decantado por otra carrera, sería eso, discernir sobre algo que cómo no fue no se sabrá.
Lo que es claro, es que si alguna de ellas decisiones [o imposiciones hasta los diecisiete años] se hubieran tomado, mi círculo personal y los profesores que han formado parte de mi educación serían otros. ¿Mejor o peor? No lo sé. Tal vez no estaría donde estoy o tal vez pese a todo mi recorrido hubiera acabado en el mismo punto. Pero cómo he dicho eso es sólo elucubrar.

Una vez dicho esto, también cabe afirmar que sin duda la educación que he recibido me ha influido e influirá en el que será mi sistema de enseñanza. Una a lo largo de su paso por el proceso formativo, lo que es extrapolable a la vida en general, va extrayendo el jugo a aquello que considera interesando e intentando desechar o evitar lo que no le cautiva o no lo aporta nada. Esto se traduce en un sencillo planteamiento, intentaré aplicar en mi pedagogía didáctica aquellos métodos y actividades con los que he experimentado que el aprendizaje era fluido o que despertaron en mí el interés y la motivación necesarios, para tratar de hacer la educación una experiencia enriquecedora cognoscitiva y emocionalmente. ¿Funcionará? Sólo con la experiencia de educar se podrá resolver esa duda, porque las metodologías dependen del entorno, de los individuos a quienes se dirija y de contar con las habilidades y actitudes para llevarlas a cabo con éxito, pero es ya es otro capítulo.